La letra capital: ROSA CRVX + AURA NOCTIS

Reseña publicada el 24 de julio de 2011 en La letra capital. Idioma: castellano.


ROSA CRVX + AURA NOCTIS, 24 de julio de 2011, Ritmo y Compás, Madrid

Pronto, muy pronto llegué a la Ritmo y Compás la tarde del 24. En el porvenir cercano, concierto de Aura Noctis y Rosa Crux, en el lejano… ¿alguien puede predecirlo? Pronto, tal vez demasiado pronto o tal vez no, con tiempo de ver a Monsieur Tarabo acarrear instrumentos de la furgoneta a la sala. Con tiempo de conocer y reconocer amigos, de saludar a otros y de ver probar a los madrileños Aura Noctis. Ese pandero más alto, el cello no se escucha bien, las voces demasiado bajas, las flautas… pequeñas y grandes “correcciones” que hacen que poco a poco todo vaya sonando como debe y comience a estar todo preparado. En el puesto de merchandising se cuida cada detalle: camisetas, abanicos, mecheros, cedeses… y también posters, velas, cráneos, singles y botones. No tengo suficiente dinero para comprarme lo que me apetecería comprar (ni, y eso es lo peor, sitio dónde ponerlo) así que opto por centrarme en placeres gratuitos, como comprobar de primera mano que todo tiene pinta de terminar en una noche memorable.

Después de escuchar el single de los del Aura nocturna, habiéndome gustado bastante, me surgió la duda de si me “cansarían” cuando la escucha fuera más larga. No es un problema de este grupo, es una cuestión de gusto personal cuando me acerco a este estilo de música. “Necesito” sangre y alma detrás de la belleza. La beldad pura del neo neoclasicismo o del etéreo heavenly voices (o del como coño quieran llamar a ese estilo de bandas como la que nos ocupa, basadas en bellas y tranquilas melodías y aires medievales combinados con magníficos juegos vocales habitualmente femeninos) me termina cansando al poco rato, posiblemente saturado de belleza sutil, tenue y delicada. Necesito, como decía antes, “algo” más, sin que sea capaz de definir exactamente qué… Con esa duda en mente dio comienzo el recital. Una gran pantalla detrás del escenario dónde se irán proyectando imágenes que acompañen a la música, una sencillísima escenografía con el cello a un lado, las percusiones y flautas al otro y la voz principal y el teclado en el centro y un poco más atrás. Y tras el ocaso, comienza el viaje, bueno, los tres viajes…

Pronto, muy pronto, se disipan la mayor parte de las dudas. Tanto Ad Occasum Tendimus Omnes como los tres Itineres reflejan fielmente lo que espera en el recital, necesariamente más corto de lo deseable: impresionantes melodías y voces, la belleza antes descrita y el collage de imágenes dándole “cuerpo” a todo. En sucesión El Cantar De Las Hojas, Furor Et Luctus y Progresiva. Media horita larga de concierto. La constatación de que la flauta y la percusión completan un sonido que es increíblemente bello per se pero que adolece un poco de fuerza o de transmisión de la misma. Timidez en los componentes, acentúa tal vez lo preciosista de la melodía pero a mí, me llega menos. No preciso arrogancia, ¡vive Dios!, pero sí quizás un poco más de carisma, sea eso lo que fuere. Ahí es dónde, desde mi punto de vista, cobra importancia, más si cabe, la percusión, en tanto en cuanto que marca el ritmo, mueve al escuchante impidiéndole ensimismarse en el cello y “metiéndole” en la canción. Ahí es dónde, por tanto, se hizo imprescindible ese aporte y ahí estuvo el mismo. Como decía, despejando dudas.

Termina ya el concierto, el público pide más, el grupo pregunta si puede hacer un bis, claro que pueden, ¡y deben!, y lo hacen. Hidden Faces suena muy bien, como en realidad ha sucedido todo el tiempo. En el rock más o menos convencional, hay virtudes que acostumbran a esconder el virtuosismo o la ausencia de éste en los grupos: se me ocurren ciento de grupos de “tres acordes”. No obstante, en este tipo de música es imprescindible tocar y cantar muy bien pues, aparte de lo obligatorio de la adecuada composición, cualquier fallo en ese sentido se nota mucho. Cada nota, cada palabra cantada, cada combinación entre instrumentos debe ser precisa para ser preciosa y, además, debe sonar estupendamente, con todos sus matices. En ese sentido, no cabe duda de que tanto el piano como el cello saben lo que se traen entre manos y sonaron perfectamente al igual que sucedió con las flautas y percusiones de Zevlagh. La voz acompañó siempre, la conjunción entre la más grave de Pilar y la más dulce de Olga mantuvo el tipo de sobra y, como decía antes aclaró dudas: no me cansaron en absoluto.

¿Los peros? Ninguno achacable a ellos. Eché de menos como decía más “presencia escénica”, más “carisma”, hubo un momento que casi daba la sensación de que pedían perdón por tocar, por tocar bien, supongo. Imagino que eso lo corregirán con el tiempo. Y si no lo corrigen, pues tampoco pasará absolutamente nada, obviamente. Lo único es que da un poco de rabia ver a tanto pintamonas incapaz de tan siquiera afinar su instrumento, ir de estrella del rock y luego ver como el virtuosismo es tan tímido… Así que, concretamente, el único “lunar” real fue la actitud de parte de la gente, absolutamente falta de respeto por lo que acontecía arriba del escenario, algo que no por habitual, duele menos. Sí, sí, entiendo que muchos de los presentes habían ido a ver a Rosa Crux pero eso no justifica esa falta de consideración a los madrileños. Puedes no prestar atención, si no te interesan, incluso salirte fuera (nadie, doy fe, habría puesto pegas) si no te apetece lo que ves, pero la mera cortesía tendría que impedir el ni dejar al grupo actuar A GUSTO ni el disfrutarlo a los que SI queríamos hacerlo. De todas formas, llueve sobre mojado…

Y con estas termina la primera parte de la noche (o segunda si contamos conversaciones y cervezas previas). Se prepara todo para dar la bienvenida a los franceses Rosa Crux. Si Aura Noctis puede representar de algún modo la belleza medieval de faunos, hadas, bosques y elfos, vestidos vaporosos, nobles caballeros etc, etc, es decir por resumir, LA LUZ, los de Rouen son justamente el polo opuesto. Por lo menos en disco, que el aquí escribiente se presta a contemplarlos en vivo por vez primera. Rosa Crux son LO OSCURO, las catacumbas, el osario y las ratas, la peste… Se centran en la parte más sombría y “chunga” (seguramente la más real) del medio evo. La de la superstición y el poder sin límites de iglesia y nobleza junto con la pobreza, también sin límites del “pueblo llano”. La de la esperanza de vida en los treinta y muchos y la boca podrida. La del hambre y las “calles” embarradas. La de la higiene desconocida y las enfermedades, la de las fiebres mortales y los bubones. La de la alquimia y sus experimentos y rituales… En fin, la que ni series ni películas ni libros suelen mostrar. La más terrible y la más verídica e histórica, claro.

Colocado el carillón, el piano antiguo y con la batería dispuesta, el gran lienzo que tapa el escenario con el logo proyectado del grupo se aparta, las velas se encienden (¿tendrá que ver su duración con el espectáculo?, cuesta creerlo pero se verá) y un extraño artefacto es colocado frontalmente, pegado al expectante público (ahora sí). Una moza con un traje como de neopreno, extraña máscara y aire sorprendentemente futurista (y anacrónico añado) se coloca de rodillas y comienza una peculiar danza, una especie de danza de la tierra 2.0. Es (según la página web del grupo, por cierto, de más que recomendable visita) Les Capteurs (Planches D’Études) Mientras suena Adorasti, la “voluntaria” y su máquina hacen ruidos mezclando la respiración, la electricidad estática generada y el golpeo de diferentes partes de su cuerpo (y sus correspondientes sensores). Desde donde yo estoy no se aprecia demasiado el sonido, así que termina pareciendo formar parte casi de la puesta en escena. Impresionante por otro lado. La aguda voz destrozando la garganta…

Después se hace el silencio y mientras se retira el instrumento suben dos tercios del que hoy será reducido coro. El tercio restante se está cambiando de ropa… Invocation, la BAM (la batería autómata que, salvo por la lógicamente inexistente posibilidad de error o improvisación, hace olvidar a ratos que no hay un batería “orgánico” en el escenario) en su increíble funcionamiento marca la pauta del tema, junto con el coro que es quien pone la mayor parte de la voz, con esas guitarras que suben y bajan y laceran ya un poco, aunque todavía queda piel sin herir y pelos sin erizar. Es en In Tenebris (si no me equivoco) cuando dos mujeres con una especie de hábito monacal toman los lados del escenario y comienzan a agitar sobre las sorprendidas cabezas del respetable dos enormes banderas con el logo Rosa Crux. Lástima del reducido tamaño de la sala, no permite apreciarlo en su verdadera magnitud y así, las crestas presentes (escasas) padecen… Tras esta, una de las sufridas (y pluriempleada, es la misma que la de la plancha) portadoras de bandera se incorpora al coro. Y más invocaciones en latín, Terribilis, dónde el carillón empieza a sonar, da igual si son todas campanas reales o solo parte, da igual porque han conseguido crear un ambiente fantástico. Las tres muchachas se multiplican junto con Claude para dotar de profundidad a la letanía recitada, humo, mucho humo. Más campanas, más olor a cera de vela, un descenso a donde reposan las almas, una llamada, Hel Hel. La voz de Olivier se desliza esta vez, sin letanía al principio, luego toma aire marcial toda la canción con los coros y las percusiones. Para cuando quiere entrar la guitarra ya está todo entregado. Las imágenes tras y sobre los músicos aceleran el proceso de transformación, crescendos vocales para uno de los para mí, momentos álgidos de esta parte del espectáculo.

Tonitrvi y Aglon. Quizá más convencionales en su sonido de guitarra, bajo y batería (con el piano solo acompañando un poco), pero no por ello peores. Convencionales sí, rockeros, también, pero dentro de los estándares de los franceses, no hay concesiones. Con Morituri, volvemos al pasado citado. Al canto en latín con coro y percusión, a la oscuridad más negra. A la obsesión por la muerte en todas sus manifestaciones, como por otro lado sucede con una gran parte de la obra estética medieval: danzas de la muerte, encuentros entre los tres vivos y los tres muertos, memento mori, etc, etc. La inclusión de Aglon en esta parte del concierto me cortó un poco “el rollo”, que con Morituri se retorna con muchísima fuerza. Y entonces, con las velas mediadas en su derretir, Ante-A. Curiosa “versión” de los Christian Death de Rozz Williams (apareció en aquel recopilatorio francés tributo a Only Theatre Of Pain que publicó Alone Prod. en 2008). No es una versión como tal aunque incluye parte de la música de Stairs, la letra y la forma de la canción es completamente distinta y “propia”. Lo dicho, un homenaje. Bastante digno, por cierto, lo que, escuchando el disco (y cualquier tributo) ya es mucho decir.

Seguidas Venite, Omnes Qui Descendunt y Sursum Corda. De vuelta al “mantra” en latín, de vuelta al siglo XIII. Venite, desconocida, no sé si será un tema nuevo o si el nombre en el setlist me lleva al error. Terrible y oscurísima OQD, ¿irónica? Sursum Corda. Es una canción bastante triste, negra negrísima y con ese título y letra… No sé muy bien por dónde cogerla aunque me encante. Omnes Qui Descendunt con su percusión y su bajo tan marcados, con los coros en su máximo esplendor. Pelos de punta ya al 100 %. La citada de “arriba los corazones”, pues eso, un ¿preludio? a Proficere y Ab Irato. Proficere, lento, con el piano y la guitarra llevando el protagonismo, la voz por encima y el ritmo en segundo plano, siempre me ha parecido muy introspectivo, muy “de reflexión”. Una reflexión no tanto sobre la canción en sí, va mucho más allá, un pensamiento sobre todo lo ofrecido hasta ahora, toda esa íntima comunión con el pasado, con el arcano más pretérito… Ésta continúa con la instrumental (y muy lograda) Ab Irato, que parece que termina algo, un epílogo necesario. Las velas, casi consumidas ya, parece que se acerca el final, la gente se retira de las primeras filas, el grupo se “recoloca” en el escenario, pausa dramática, se abre un hueco…

La organización (luego hablaré de ellos) coloca en el centro de la sala, entre el público una especie de tarima con dos bateas llenas de tierra, dos mujeres envueltas en una especie de lona se acercan y toman sitio de rodillas frente a las bateas. Se quitan las lonas y aparecen sus cuerpos desnudos cubiertos de arcilla y barro rojizo. El pelo aparece también lleno de la pringosa plasta y en la boca unas cuerdas completan el cuadro. Con toda la gente dando (lógicamente) la espalda al escenario para no perderse nada, suenan los primeros acordes de Eli-Elo y con ellos la “danza de la tierra”. Las dos mujeres empiezan a echarse tierra seca por encima de la mojada arcilla, levantando polvo y con los movimientos sincopados que caracterizan la representación. La gente asiste impactada a la ceremonia.

Salpica la tierra, mancha en derredor, pero se conjuga perfectamente con lo que llega a los oídos por parte del grupo que se esfuerza detrás: Eli Elo, Eli Eloe, Eli Elo, Eli Eloe… increíble e impresionante a partes iguales. Solo por este rato ya merecería la pena todo el concierto. Continúa la danza, arriba, abajo, derecha e izquierda, puñados de polvo lo rocían todo. Apenas se ve nada en medio de la nube, cuesta creer que las danzarinas no se ahoguen, no sé cómo respiran, pero el caso es que parecen estar bien. Los coros siguen marcando el ritmo junto con la BAM y las “voces principales”, cada uno con su plegaria. Todo se antoja ancestral, primigenio y espectacularmente recreado. De nuevo, como sucedía con las banderas del principio, se echa de menos otro tipo de “marco”, solo de pensar en asistir a un ritual semejante en una iglesia de la época (habrá que ahorrar para el viaje)… Mientras, todo sigue su curso, el baile y el tema, hasta que termina, inopinadamente, y las muchachas se envuelven de nuevo en las lonas y se retiran. Volvemos a girarnos para continuar con un concierto que de repente se antoja tópico…

Misericorde. Orquestal, con ese coro que me resulta un poco irritante en disco pero que aquí, con la retina todavía manchada de tierra, gusta y mucho. Cosas del momento, supongo. Sigue el rezo, sigue la invocación, la cera de las velas, ya escasa, continúa su chorreante devenir. Épica, tal vez la que más representa esa desesperación en la llamada, casi exigente, solo implorante, de misericordia. La que se pide, se suplica en momentos de máxima necesidad de la misma. No hay clemencia, no parece haberla en ningún caso. Las ratas se adueñan de la pantalla detrás de la banda. Se disputan algo de comida, lanzan mordiscos, dentelladas, saltos… Vil. De nuevo instrumental, la sencilla melodía de guitarra, ese ir y venir muy de película de terror, repetida hasta la saciedad. Aquí el coro es esa guitarra y ese bajo, el rezo es musical solo. Desasosegante como las imágenes proyectadas, dice el papel que es el final previendo que no habrá bises (en Barcelona, la noche anterior, no hubo, al parecer ¡la gente no los pidió!). Casi una hora y media después, no llega por poco, la banda se retira. Quedan las sensaciones vívidas que habrán de ser digeridas. Poco a poco, como una oración.

Sorpresa. Cuando parecía ya que no habría más madera que echar al fuego, más velas por quemar, hasta el punto que un impresentable se había apropiado ya de los setlist del cantante y el bajista del escenario, el grupo vuelve a escena. Con una sonrisa los músicos preguntan por sus “guías” y el indecente personaje, con vergüenza más que justificada, los devuelve. Suenan los primeros acordes de Nescit Nox, Impresionante. Un tema que no conocía pero que está a la altura de cualquiera de los mejores de los de la rosa. Tras él, la también bastante épica y marcial Noctes Insomnes, y como broche, instrumental pero magnífico, Incendere. Con el fuego sí que termina el concierto, agradecimientos al público por parte de la banda, luces que se encienden y no, no es el momento de profundizar en opiniones, hay que asimilar lo vivido. Solo la sensación de haber presenciado algo especial, algo casi con seguridad irrepetible. Algo que será recordado, bien recordado, por más que pasen los años.

Decía antes que hablaría después de la organización. Pues bien, De Profundis, otra vez, sencillamente perfectos. Todo salió y bien, así que solo resta agradecerles el increíble esfuerzo que hacen y que, en esta ocasión, sé que ha supuesto una lucha “especial”. Tanto el sonido como el acondicionamiento de la sala; tanto la “logística” propiamente dicha como la atención constante, o fueron perfectos o se observaron como tal, que a la larga viene a ser lo mismo. Buena respuesta por parte del público que sin llenar la sala era más numeroso de lo que yo esperaba así que solo queda esperar que haya más acontecimientos de esto, a poder ser prontito…

Por AVATAR a las 14:14 24/7/11

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